Pensamientos sobre El libro de las camas de Sylvia Plath

Hoy llegó El libro de las camas y otras historias de Sylvia Plath. Hace tiempo que lo quería, pero estaba indecisa entre la edición de Libros del zorro rojo y la de Libros del cardo. Finalmente me decidí por la última, aunque creo que eventualmente terminaré comprando la otra también, ya que tiene ilustraciones de Quentin Blake, a quien admiro muchísimo desde que leí Las brujas de Roald Dahl en el colegio. Probablemente es uno de los ilustradores que más me marcaron y motivaron a dibujar, además de todo el animé que salía en Cartoon Network y ETC en los 90-2000.

Recuerdo que en la universidad había un tipo muy desagradable que me dijo que yo era el estereotipo de adolescente obsesionada con Sylvia Plath. Probablemente es un cliché que te guste, pero la amo. Al leer La campana de cristal una se queda con la impresión de que es una autora capaz de transmitir la brutalidad más completa o el dolor más visceral de una forma muy sensible. En El libro de las camas y otras historias vemos de nuevo esta sensibilidad, pero como es un libro para niños, esta se ve mezclada con una ternura y humor únicos.

A lo largo del texto, que es un extenso poema, se proponen diferentes escenarios donde las camas son las protagonistas. ¿Cuál es la cama ideal? La hablante propone opciones: una Cama Elefante, una Cama de bolsillo, una Cama para Observar aves, o mi favorita: una Cama de Refrigerio, que tiene “una almohada de pan” y, en la cabecera, una “máquina automática de comida”.

El poema recuerda a cuando somos niños y convertimos las camas en piscinas, fuertes, carpas o naves. Es nostálgico y es un encomio a la imaginación infantil.

En una Cama Manchable

nunca importa

donde la mermelada cae

y donde la pintura salpica!

A pesar de ser un poema para niños, creo que no hay mucha diferencia con algunos de sus poemas más “adultos”. Pienso en sus poemas sobre abejas: la voz es muy similar, hay una oscuridad velada por toda la belleza y ternura de las imágenes.