Pensamientos sobre cómo comencé a leer literatura de Asia Oriental

Préambulo

Cuando conocí la literatura japonesa –iba en octavo básico y una amiga me prestó Sauce ciego, mujer dormida (めくらやなぎと眠る女) de Haruki Murakami– pensé que nunca iba a poder encontrar algo mejor. Sé que ahora suena divertido pensar que Murakami es lo mejor de la literatura mundial, pero esa fue mi impresión. Tenía 14 años. Cuando me gradué de ese curso, por terminar la educación básica, mi madre me regaló la misma edición que tenía mi amiga. Releí El folclore de nuestra generación: prehistoria del estadio avanzado del capitalismo yo creo que unas 30 veces. Lo mismo me ocurrió con con Los gatos antropófagos y La luciérnaga: creo que debo saberme algunas partes de memoria. Cuando me gradué de ese curso, por terminar la educación básica, mi madre me regaló la misma edición que tenía mi amiga.

No recuerdo mucho las lecturas que hice entre primero y cuarto medio, supongo que no leí mucho más además de las novelas de Murakami que compartíamos con mis amigas. La que recuerdo con más afecto es Al sur de la frontera, al oeste del sol. Me encantaría volver a leerla.

Pero ya en la universidad tuve la oportunidad de conocer la maravillosa Biblioteca de Humanidades. A pesar de que mi carrera estaba en un campus distinto a esta biblioteca, existía la posibilidad de pedir préstamos entre una y otra. Solo tenía que ingresar la solicitud por Internet y al día siguiente o subsiguiente ya estaba en el campus. Ahora que lo pienso, no debe haber sido una opción muy ecológica, pero en esa época no tenía idea de esas cosas.

Gracias a esa biblioteca pude leer a Yasunari Kawabata. Recuerdo la edición que pedí de Lo bello y lo triste: una roñosa Emecé que habían pedido decenas de personas antes. ¡Lloré tanto! Luego pude comprarme En el lago, la llené de post-it, notas y subrayados. Me daría mucha vergüenza prestar ese libro, porque creo que anoté cosas muy personales. Hasta hoy es uno de mis libros favoritos.

Otras naciones, otras obras

Es difícil y errado calificar a toda la literatura de Asia Oriental como si fuera una sola cosa. Si comparamos obras de los distintos países, es fácil notar que tocan temáticas totalmente variadas, los narradores son diferentes, los estilos diversos. Creo que lo que más llama mi atención, en comparación a –si se puede llamar así– la narrativa occidental, es el tono pausado y la construcción que hacen de sus narraciones. Rara vez he tomado un libro japonés, chino o coreano y he sentido que no es redondo”, o que no está bien estructurado, como sí me ha pasado con obras de Estados Unidos, por ejemplo. Soy una persona clásica para leer y me gustan las estructuras definidas, lo reconozco. Pero también creo que los escritores asiáticos tienen una sensibilidad especial para jugar con estas estructuras, crear personajes completos e historias propias de la novela clásica.

Desde que comencé a interesarme por esta literatura hasta ahora ha crecido enormemente la cantidad de traducciones y editoriales disponibles en Chile que publican a autores de Oriente. Además, con los ebooks y la piratería es posible acceder a muchísimos autores. Sentía un gran interés por el arte de Asia Oriental, pero parecía que lo que más había era japonés.

Con mi amigo Weiliang hemos conversado que hay varios autores chinos publicados, pero la mayoría son sinoestadounidenses, o escriben principalmente en inglés. Afortunadamente, cada vez hay más opciones. Actualmente estoy leyendo la selección Poesía china de María Teresa León y Rafael Alberti, publicada por Visor de Poesía. Si bien son poemas de autores diferentes, hay algunos puntos en común: temas bélicos, melancólicos. Abundan las despedidas, las muertes, y las imágenes de amplios campos o montañas por las que el tiempo pasa mientras los hombres pelean la guerra.

Ching Yen, en el siglo V, escribe:

Mi amado hace tiempo que está en la guerra,

y aquí estoy yo, sola, mirando estas paredes

en donde hoy cuelgan instrumentos musicales.

Mis cabellos se agrisan sobre una simple almohada,

mi belleza se marchita bajo la luz de una simple lámpara

y guardo en mi corazón la pregunta sin fin:

¿Cuándo en nuetras fronteras cesará la guerra?

¿Cuándo se detendrá su caballo otra vez en nuestro patio?

De más está decir que hay una serie de elementos de la poesía china que se pierden con las traducciones, pero pienso que son una ventana única para poder conocer las sensibilidades e imágenes que atraen a autores y pensadores de otras latitudes y tiempos. Hay un poema llamado The Lion-Eating Poet in the Stone Den”, que destaca por su uso de la homofonía. Los invito a buscarlo y sorprenderse por su complejidad, que es un ejemplo de todas las cosas que nos perdemos por no saber chino. ¡Admiro profundamente a quienes estudian este idioma!

En los últimos años, he podido leer a diferentes escritores de Corea. Gracias al K-pop, los dramas, y toda la ola coreana, hay muchas personas interesadas en su literatura. Hay varias editoriales traduciendo al inglés y al español desde el coreano. Mi primer acercamiento a esta literatura fue por las traducciones de Sora Kim-Russell, que tradujo I’ll be right there de Shim Kyung-sook, una de mis novelas favoritas. También tradujo Princess Bari y Familiar things, que recomiendo. No había tenido la posibilidad de leer novelas coreanas en español, hasta que gracias a una amiga me enteré que ahora se podían comprar los libros de Hwarang editorial en Chile, a través de la página Mallcoreano. Compré Hwaiting, ilustrado por Flor Kaneshiro, La única en la tierra de Chung Serang, la antología Laberintos de neón y, presa del entusiasmo, compré el ebook de ¿Por qué te empeñas en sufrir así? Pioneras del feminismo coreano.

Esta mañana terminé de leer La única en la tierra y debo decir que fue una experiencia alegre. Estaba entusiasmada en leer a Chung Serang, pues había leído muchos comentarios positivos de su obra. Si bien es una novela ligera y muy pop, no deja de tener densidad, aunque se sienta superficial a ratos. Se trata de una novela que mezcla la ciencia ficción con el romance, tanto así que a ratos sentía que estaba leyendo un guion para un K-drama.

Hana, la protagonista, es una gran ecologista y a lo largo del libro hay una durísima crítica a lo que los humanos hemos hecho con el planeta. Comentarios sobre los animales, sobre un posible fin del mundo, llegaron a emocionarme y conmoverme, e incluso angustiarme.

También hay momentos de mucho humor. Hay un personaje en particular, que es la presidenta de un club de fans de un cantante, que me hizo reír muchísimo. Hay una sutil crítica a la forma en que las fans del K-pop nos obsesionamos con los artistas y dejamos de lado algunas cosas más importantes por el fanatismo, pero la autora lo describe desde el amor y la empatía, a veces en un tono un tanto paródico, no mirando por encima del hombro. Eso es lo que más me gustó de su forma de describir a los personajes: a pesar de que sus acciones te parecieran cuestionables, estaban bien construidos, de forma que no era posible odiarlos.

En la obra se hacían muchas menciones a la comida coreana, y me hizo pensar lo mucho que la extraño. Antes de la pandemia, con mi amiga Vale íbamos todos los martes a comer. Siempre pedíamos bibimbap, y a veces algunas cosas para compartir. Como vivo en Maipú, el delivery es muy caro y no todos los locales de comida llegan hasta acá… Pero este invierno estaría perfecto para un 김치찌개.

Los días están muy helados. Cuando termino mi turno del trabajo, cerca de la una de la mañana, está muy frío y me dan ganas de hacerme una sopa. Si logro salir de mi casa, espero buscar los ingredientes para prepararme un estofado de kimchi. Aunque no cocino bien, comer comida coreana y leer una novela de ese país es lo más próximo que estaré a viajar 😅.

Tengo muy pendiente leer obras de otros países de Asia. Espero ahora, que ya no tendré que leer para la universidad, tener más tiempo para esto.

July 15, 2021 · corea · japón · pensamientos · libros


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